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¡Qué poquito queda!. La pausa del gozo. Alberto de Faria Serrano


 Apenas acabas de frotarte los ojos y despertarte de un esplendoroso sueño que tenia por banda sonara las saetillas celestiales del silencio. El Buen Fin como preludio te ha mandado el estimulo preconcebido. Hace unas horas te habías dormido en brazos de Morfeo con el convencimiento que se te agolpan las vivencias y apenas ha comenzado el proceso del rito. Ya durante el fin de semana notaste entre traslado del Arenal y el besamanos de la Hiniesta , que no puede dejar de sonar Amargura ni un solo día en el reproductor existencial de tus trayectos cotidianos. Todo se condensa en suma y la suma de vivencias te empieza a consumar. Es hora de preservar el preciso valor de la pausa. Y por ende, del gozo.

El tiempo litúrgico es el que es y no tiene mesura. Aun no desenvainó su arco San Valentín y te has impregnado de un incienso tan fragante y dulce como el que te envolvió el Cristo de las Cinco Llagas con sus atravesadas heridas de amor.  Ayer por la tarde sorprendiste al jazmín conquistando el terso cabello encrespado en los Jardines de Murillo aguardando a la Candelaria. Y compruebas sin rubor alguno, que al aire tibio del atardecer  ya se le remansa esa luz nazarena intimista que hasta con los ojos cerrados eres capaz de ver.

Aun queda Cuaresma y gozo por disfrutar. Demasiado como para acompasarlo sin conciencia. Si quieres tener el sol de mediodía adivinando capirotes blancos  y gozar de su luz maravillosa por el parque, abre bien  los ojos y contempla poso a poso lo que aun nos separa y nos distancia de ellos. Porque  si  los cierras para retener su luz inmaculada  y su Paz incólume, seguramente  te quedarás derrotadamente a oscuras.

Si quieres vivir plenamente  el gozo,  huye de su rutina más voraz; confiérele aun mas  serenidad al sosiego y mas pausa a la calma. Libérate del pecado venial de poseer todas las muescas de besamanos y retener la cera fundida de todos los Vía Crucis. Goza de la mariposa que revolotea al encuentro cómplice con el cofrade que no ves hace un año. Goza del río que fluye huidizo hacia la gloria de día de sacar la papeleta de sitio. Goza de cada flor que se abre cara al cielo aguardando que se pose en el suelo la Virgen del Valle. Goza sabiendo que la rampa esta siendo barnizada.  Goza con cada repeluco al sentarte en la silla del Quinario de tu Casa. Pero  sobre todo,  goza todo lo que quieras sin poseerlo ni retenerlo. Déjala llegar sobre sus pies. Déjala que ella misma se vaya llamando. ¡Que poquito queda!

Foto: Francisco Santiago

 










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