Arte Sacro
  • Noticias de Sevilla en Tiempo de Pascua
  • viernes, 3 de mayo de 2024
  • faltan 345 días para el Domingo de Ramos

Premio de nuestro encuentro. Francisco Javier Segura Márquez


 Verás que las mañanas y las tardes que tú conoces te estaban engañando, fingían una acostumbrada rutina, un acordado transcurrir del tiempo, una fingida dispersión del espacio. Si piensas que Sevilla va a ser la misma, te estás equivocando. Llegarás a una ciudad que ya ha empezado a reconocerse a sí misma, en la que todos caben en el estrecho polígono irregular que dibujan las murallas que tatuaron para siempre los planos de cuadrícula. Será otro sitio, otro espacio, nunca el mismo.

Vamos a encontrarnos con la luz de un Lunes Santo que respira, después de la hipérbole festiva de un Domingo de Ramos, desperezado y peinado para el estreno, aunque la lluvia quiera jugarnos una mala pasada (a ver si se atreve). Dará igual por donde queramos empezar, porque cualquier rincón servirá para darnos cuenta de lo que ahora rumio en el traqueteo de las teclas del portátil. Volveré a las citas de siempre, que no son repetición, sino detención de la vida, que regresa para hacernos sentir que los años no pasan, al menos, de la misma forma en Sevilla que en otra ciudad del mundo.

Sevilla no será para mí la más hermosa, porque el ombliguismo no es lo mío. Pero, dado el caso que alguno, mirando las Setas y la Torre Pelli, que son también Sevilla, dijera a Sevilla fea, habría que repetirle aquello de: “La bonita la desea”. Fea, acosada por las novedades urbanísticas, preocupada por una crisis que me la tiene desaliñada y nerviosa…todo eso Sevilla se lo echará a la espalda. Y estará dispuesta a negar cualquier evidencia y cualquier parecido con la realidad. Y tú lo verás y me darás la razón.

Habrá mil nombres, mil colores, mil maneras de sentirlo. Florecerá en los labios la letanía de las Dolorosas y un constante Vía Crucis, desordenado y heterodoxo en las advocaciones y escenas de los Cristos. Dejaremos abiertas las compuertas y alzaremos los puentes para que amarren en nuestro corazón los barcos que sólo pueden hallar puerto en nosotros mismos. Encontraremos en los pasos de palio la medida exacta, el canon diverso que llevará nuestros ojos al punto de fuga, que andará quizás en una lágrima o en un plegado de los encajes que visten a María. Y ya no habrá más nada que pensar ni que planear, porque la ciudad nos llevará ella sola.

Las horas, minutos. Los minutos segundos. Los segundos, eternos. No habrá tiempo de discutir. Machaconamente, serán los tambores los que marquen el pom-pom-poropóm-pom-pom que cantan los niños. No habrá corazones, porque todos latiremos de una vez, cada uno en una orilla, cada uno en un matiz del mismo verde Esperanza. Pero habrá que asumir que eso es la Semana Santa de Sevilla. No vale perderse, no vale distraerse…abiertos bien los sentidos, nos embriagará la luz y la certeza.

No nos quedará otra que disfrutarlo y gozarlo. Hace dos años que no veo la blancura de Montesión y el rosado del Valle volviendo por calle Cuna. Hace dos años que no veo a la Macarena, siempre perfecta, siempre inigualable, pétalo eterno de bienaventuranza, buscando al fondo de San Juan de la Palma el quebranto de la Amargura ni la elegante seriedad que crece en los Javieres. Hace dos años que la Esperanza de Triana no me guiña los ojos ni me acerca su mano meneando salerosa la cintura trianera donde habitó el Cristo de las Tres Caídas. Hace dos años que no veo en el Cachorro la devoción de mi familia. Dos años sin ver a la Esperanza Trinidad llenando las calles de mi barrio con su alegría pascual.

¡Ya está bien, Sevilla! ¡Guapa, no me hagas sufrir más! Revélate contra el calendario y ponme ya en las manos la palma rizada que Rosi me ha trenzado para que mi balcón también se vista de Domingo de Ramos. Déjame que eche a correr para llegar a tiempo a mi puesto de acompañante de preste tras mi paso de palio. La venia ya la tengo pedida en el palquillo de la víspera. La he pedido por ti y por mí. Y Sevilla me la ha concedido, y la llevo remetida en el esparto con orgullosa ufanidad. Ya es mía, ya la tengo entre las manos. Ya es nuestra. Ya es Semana Santa. Ya.

Foto: Francisco Santiago










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