X años de Arte Sacro. De brujas y gatos en la barriga. Álvaro Pastor Torres

La cita es cada noche a la hora de las brujas; la de las campanadas de la Cenicienta; cuando suenan los doce golpes recios de bronce centenario y se despiertan los espíritus de las leyendas tenebrosas; el cabo del año en que Anne Igartiburu vestida de rojo y acompañada por el maromo de turno anuncia que el año se está acabando, pero multiplicado por 365 días o uno más si el año es bisiesto.

Fiel a su cita, cada jornada, a medianoche, Arte Sacro renueva sus contenidos e informa urbi et orbi de las nuevas –o malas, que también las hay- del mundo cofrade. Llueva –pero no mentemos la bicha en casa del ahorcado- truene, sople el solano o estemos a punto de rebasar el rubicón de los 40º, Francisco Santiago y sus compañeros mártires (por más fuerte que les den, más se crecen en el castigo y ante la adversidad) nos ponen al día, gratis et amore, de eso que tanto nos gusta. Con rigor, amenidad, entusiasmo. Y sin dar la palabra en foros, comentarios y asimilados, para evitar que la mala bilis cofrade y los gatos que anidan en los estómagos capillitas inunden la pantalla con comentarios hirientes amparados por el anonimato.

Por todo ello, si no existiera o existiese Arte Sacro, habría que volver a inventarlo –como ya renació alguna vez tras navajazos varios- pues al final, como en las películas del Oeste de nuestra infancia siempre ganan los buenos, ese séptimo de caballería con la cámara al hombro que por amor al arte patean la Ciudad para tenernos bien informados cuando muere un día y nace otro.