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El Amor es el Cuerpo de Dios. Javier Ramos Sáez


 Jesús Sacramentado es la viva expresión de la vitalidad del Señor, de la expresión infinita del ser de Dios. El cuerpo y la sangre de Dios nos hace reflexionar sobre la magnificencia de tener a Dios en nuestras manos, tener lo perfecto en nosotros, lo sublime en nuestras imperfecciones. Ese es el misterio que hemos adoptado desde el principio de los tiempos en nuestro dogma.

Es un dogma redentor, de salvación, que quita el pecado del mundo: “dichosos los llamados a esta cena”.

Para tomar el cuerpo de Dios es importante saber amar a Dios y seguir los preceptos de la Iglesia. En San Juan 14, 20-21, nos dice cuando Jesús desaparezca que “Aquel día vosotros conoceréis que yo estoy en mi Padre, vosotros en mí y yo en vosotros”. Esta es la solución al misterio de la cena.

Los que aman a Jesús tienen la gloria eterna. El gran misterio de Jesús Sacramentado se encuentra aquí antes que en el acontecimiento de la última cena, porque para estar salvado antes que tomar el cuerpo de Dios hay que amar a Dios por medio de su Hijo, y así conoceremos a Dios y toda su esencia.

Este sacramento, el de la comunión con Dios, tiene poco arraigo entre la sociedad “moderna”, ya que cada vez más el significado que Jesús dio en el mundo acerca de Dios es constantemente desvirtuado. El laicismo impera y se pone de moda incluso entre los cristianos que parecen que olvidan a Dios menos en el sacramento del Matrimonio y la Comunión de los jóvenes, por razones puramente estéticas.

Jesús dijo: “Si el mundo os odia sabed que me ha odiado a mí antes que a vosotros”, un mensaje que lleva toda la razón porque Él es nuestro significado de vida y de acción en la Tierra. Pasamos por momentos parecidos a los que predijo Jesús. Hoy en día su imagen es infinitamente imitada y poca respetada y, por consecuencia, se le pierde el respeto a los sacramentos que Él representa.

Mediante el banquete se la comunión con Jesús, ese gran sacramento que nos dejó para estar siempre con Dios, podremos llegar a tener contacto directo con Dios en el mundo, pero sólo si creemos en ello para que nuestro amor a Dios convierta el pan en el cuerpo del Señor.

Se acerca el Corpus Christi y en él veremos a Dios sacramentado ni más ni menos. Es Dios mismo que se paseará al encuentro de los fieles por las calles de Sevilla.

Amando a Jesús mediante la charitas y a los demás mediante la philia encontraremos el significado del verdadero amor cristiano. El amor cristiano nos conducirá a Dios por medio de su cuerpo simbolizado en forma de pan.

Javier Ramos Sáez.

Foto: Francisco Santiago 










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