Arte Sacro
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Lo que perdimos y se fue. Javier Ramos Sáez


 Triste remate para Sevilla y su Semana Santa fueron los funestos acontecimientos que envolvieron  la penuria ideológica de la historia del hombre.

Hombres, cuyo ristre en mano, sacudieron los cimientos de Sevilla. Hombres, cuyo reparo fueron los de ser víctimas de la opresión social e ideológica. Hombres que maltrataron la ciudad, con o sin culpa.

Obras como las de San Miguel, el convento Casa Grande de San Francisco y de la Orden Mercedaria , el Cristo de San Agustín, el Señor de los Gitanos y distintas vírgenes que se quedaron en el olvido... todas destruidas por la mano histórica del hombre, por su tosca sensibilidad. Como diría Pascal, no tienen sprit de finesse, es decir, que no tienen finura en su alma.

Sevilla, ciudad del Guadalquivir, es espacio anecdótico de lo que fue y no volverá a ser. De grandes parroquias e iglesias y de espesa raigambre pueblerina, en definitiva, Sevilla es lo que fue.

Su seña de identidad es el pasado, un pasado anhelado, un pasado emotivo de enjundia e idiosincrasia, una ciudad de soles, de leche y de vino. Una ciudad religiosa que miró al amparo y descubrió a Dios y sus excelsas fiestas. Motivo de evangelización, las calles se colapsaron al encuentro del sacramento. Guiados por la Iglesia Sevilla tenía su rostro, Sevilla tenía su fe: Sevilla tenía su identidad.

Esa Sevilla, antigua Hispalis del Betis, se confeccionaba de peculiares gentes y de grandes aristócratas. Gentes del arte componían su universalidad, más el comercio de las Indias hizo que floreciera la ciudad del valle. Gran puerto, hubo de gentes adineradas, gran revuelo acaecía en tan insigne lugar, más hoy en día dicho sitio carece de brillantez.

¿Dónde están Murillo, Bécquer, Velázquez, Pacheco, Montañés, Ángela de la Cruz , San Isidoro, San Fernando y otros tantos que han hecho de esta ciudad un marco universal de referencia mundial? Sevilla es su pasado más que su presente porque su cultura y su importancia como capital de Andalucía se lo debemos a ellos, a la huella que dejaron en esta metrópolis.

Sevilla es lo que fue porque lo que es en su presente es sólo una triste expresión del decaimiento histórico que hay latente en la ciudad. Personas de talante que no saben mirar hacia las perspectivas históricas de nuestra ciudad. El fervor de la gente cae acompasadamente con la labor estatal que no sabe mirar esas costumbres que hicieron de Sevilla capital del Siglo de Oro.

Lo que perdimos y se fue se llama: ‘Sevilla’.   

Javier Ramos Sáez.

Foto: Casa del Cabildo de Sevilla y procesión del Corpus. Atribuido a Pedro Tortolero. 1738. 










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