Nuevo hito cultural de la Hermandad de la Reina de Todos los Santos: “El pórtico de la Gloria”
Antonio Muñoz Maestre. Es un placer encontrar oasis en el desierto. Llegamos, casi muertos de sed, y cuando creemos que vamos a morir, descubrimos un manantial entre las arenas que nos resucita del todo. No es un secreto que la vida “cultural” de nuestras hermandades corre por carriles predefinidos, de los que difícilmente escapa alguna vía alternativa. Por esto mismo, que una hermandad (de gloria, además) monte una obra teatral, es ya, de entrada, como un oasis en el desierto.
La Hermandad Sacramental de Nuestra Señora Reina de Todos los Santos tiene ya experiencia en autos sacramentales. Y sin embargo, “El pórtico de la Gloria” ha resultado una sorpresa, igual que lo fueron sus anteriores obras.
El argumento desarrolla una narración alegórica del surgir de nuestras hermandades en la historia de la ciudad. Cada personaje que aparece en la obra es simbólico, no habiendo ninguno que represente a una persona concreta. Así, Sevilla será un personaje, la Iglesia otro, las virtudes otras, etc.
Y si ya es una muestra de arrojo y valentía el mismo hecho de abordarse una obra de teatro por una hermandad de gloria, aún lo parece más cuando vivimos con ellos la representación, y comprobamos que, lejos de la autocomplacencia que siempre nos ha caracterizado, el libreto, de una enorme calidad, no duda en mostrar los vicios y debilidades que han punteado nuestra historia. Así, la soberbia, la envidia y los excesos del folklore aparecerán como enemigos de los auténticos objetivos de nuestras corporaciones.
Digno de admirar es también que se hayan introducido elementos vitales-existenciales que siempre acompañan a la propia naturaleza humana, algo que le da una fuerza enorme a la obra, porque la duda, la desesperanza o los momentos en que la fe flaquea son componentes que tarde o temprano siempre aparecen en la vida. Éstos, además, vienen expresados de labios de personajes perfectamente caracterizados que actúan a la perfección de contrapuntos e interlocutores de los principales. En este punto, mención especial merecen las personificaciones del mal y de la muerte, que impresionan realmente.
En el polo opuesto, equilibrando la balanza (balanza que será esencial en el final de la obra), el ejército de niños que derraman el aroma de la vida y de la Alegría, y que dan sentido a muchos de los mensajes que se transmiten. Ellos, con interpretaciones a veces de una perfección impropia de sus cortas edades, son una de las grandes causas de los gestos de sorpresa que observamos en el público.
Increíblemente bien elegida la música. Desde la salmodia inicial (que se repite al final cerrando el círculo), las piezas clásicas intermedias, hasta el fragmento de “La Estrella Sublime”, todo pone en el ambiente el tono y la emotividad justa para que el público sienta que su corazón late con la obra hasta llegar a un final conmovedor por su mensaje, que hace que nos marchemos llenos de esperanza.
Debo terminar haciendo un llamamiento. Hechos culturales como éste no deberían ser tan aislados. Hacen falta mentes abiertas y un poco de valentía que comprendan que la cultura en nuestras hermandades no puede quedarse en actos acartonados y apolillados, donde uno siempre encuentra exactamente lo que espera. Que la imaginación sigue teniendo valor, y que, pese a lo que algunos piensan, al pueblo llano SÍ que le interesan “estas cosas”. Si no, mediten por qué el pasado sábado la Iglesia Parroquial de Omnium Sanctorum estaba llena a rebosar de gente del barrio y de Sevilla que disfrutaron como pocas veces lo habían hecho.
Felicidades a la Hermandad, y gracias a todos los participantes y colaboradores por este gran regalo. Esperamos ansiosamente que se repita.
Telegram