El martirio y el éxtasis según Torreblanca

Francisco Santiago. No pudo ser, se intentó por todos los medios, pero se quedo en intento. La Hermandad de Torreblanca no pudo llegar a la Catedral como era su anhelo, ellos querían, su gente (unos 3000) también querían. Pero el NO de cinco de las hermandades participantes y el amago de lluvia convirtieron el éxtasis en martirio y este, a su vez, en oración.

Los rancios están que trinan. Sí, esos rancios que en la mayoría de los casos ahogan sus males en las barras de los bares, pero que jamás han estado en Torreblanca.

Las filas de hermanos en el cortejo estaban formadas por personas entre los 5 y los 85 años. Una corrección y un buen hacer en el interior del templo que causaba admiración a propios y extraños.

Conforme se iban dando noticias, las lágrimas y la esperanza se iban turnando, cal y arena para una Hermandad que ha visto frustrado sus dos últimas participaciones extraordinarias. Una sin sentido al no dejarles hacer un "vía crucis extraordinario" en su propio barrio y ahora el no poder alcanzar con su paso la Catedral.

Hemos estado con ellos todos los días que han estado en Santa Marina, templo que ha visto como ríos de fe y devoción recorrían sus ancestrales muros, quizás como nunca antes lo habían hecho.

El "No Vía Crucis extraordinario" de la Hermandad de los Dolores, culminó con el rezo conjunto del Padre Nuestro, con las lágrimas de los asistentes como único aguacero, llanto arropado por las hermandades de Vísperas, aunque varios amagos de llovizna anteriores habían dejado claro que quizás este no era el día, ni el mes. Aparte de las oraciones, destacar el portentoso sonido de las voces e instrumentos del Coro de la Hermanndad del Dulce Nombre de Alcalá de Guadaira, impresionante interpretación que nos dejó conmocionados mientras el misterio avanzaba hasta la puerta ojival de Santa Marina.

Ahora a esperar al Sábado de Pasión, ese sábado único donde de nuevo, la Hermandad dará clases de penitencia por su barrio, a donde deberían ir de vez en cuando para comprobar la labor social, el buen hacer y cómo debe de ser una hermandad, aunque no tenga a sus espaldas siglos de historia.