Arte Sacro
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A través del antifaz. Mayor Dolor al final del “pasillo”. Alberto De Faria Serrano


 El Mayor Dolor que Traspasa nuestras vidas tiene su morada hoy más que nunca en la plaza que alumbrara las musas del poeta romántico. El Mayor Dolor de una Madre ensimismada hacia el interior de su propio y desgarrado sufrimiento. El Mayor Dolor inconsolable en la Vía Dolorosa. El Mayor Dolor indecible. El Mayor Dolor que se desgarra en la noche de los que mas necesitan y menos tienen. El Mayor Dolor instalado en las habitaciones de los hospitales anhelantes de una sanación aliviadora o resignados a un terminal sufrimiento humano. Todos ellos y otros, anidan en la callada oración que fluye por los besos de los penitentes de un Viernes de Cuaresma Cardenal Spínola arriba. una Cardena Spínola que hoy como todos los Viernes es pasillo esencial y vital de la gran morada del Señor en la Sevilla Eterna El Mayor Dolor del rito. Dolor Mayor y Gran Poder, qué contraste tan sesgado, pero qué nítido es el mensaje si les miramos a sus ojos compasivos.

Sin embargo uno de esos besos lo Traspasará Ella bajo la bóveda aromatizada del incienso que envuelva la noche.  Con Juan de Mesa como notario artístico y fiel testigo, le traerán -traeremos- al Mayor Dolor de su hijo clavado y entregado en la Cruz. Marchito e inerte, entregado en la descarnada Cruz que Poderosamente abraza, ensimismado en su descanso eterno. La efigie que tallara Ocampo, es el vivo reflejo de su Madre. El espejo lo asiremos los hijos que portamos la llama sagrada de su sacrificio y el estandarte de los dos escudos ovalados y acolados. Es el Traspaso de un beso muy Dulce y llevará el nombre trinitario del Mayor Dolor liberado del cíngulo que le apresó, de aquí a la Eternidad. Así lo entiende Sevilla. Así se forja la conmensuración del rito.

Por eso a nadie extraña que se bese al Señor sobre una sarga blanca inmaculada un Martes Santo. Que se selle con los labios de la sencillez y la naturalidad del rito, la devoción compartida y los lazos de fraternidad bien asentada hasta en una calenda que casi nunca existe. Qué de Dulces y entrañables secretos debe guardar celosamente la venera de la Capilla de la Parroquia que hasta del Mayor Dolor entiende. El ramo de claveles que se deposite en la Basílica los llevará impregnados. Habrá que esperarse tres Martes o tres Jueves para que sean descifrados.

Foto: Juan Alberto García Acevedo.










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