Arte Sacro
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Una lágrima, una espera… Rocío Varela.


 Siempre queda en el recuerdo algún destello de aquella lágrima que abre la ventana hacia una nueva ilusión. Una lágrima que inunda los sentidos desde que aparece en nuestros ojos hasta que desencadena un largo y transparente camino por la mejilla… una lágrima significa mucho, mucho porque a través de ella aparecen los sentimientos del alma, el silencio agónico de un sufrimiento y la sinceridad del corazón que no habla. Y todo ello, acompañado de la angustia que provoca el dolor de alguien que se despide de ti con el nombre de Buena Muerte. ¿Puede entender una mujer con el rostro inundado de pena y las pestañas encogidas de dolor una Buena Muerte?... y más se entristecen sus ojos cuando aprecia el sereno rostro de Aquel que lleva dicho nombre; el de Buena Muerte.

Ella, que se pasa los días con la mirada perdida, buscando la compañía de alguien que consuele esa lágrima, cristalina, que le ayude a encontrar la presencia de un corazón perdido, sin latidos. A una persona que se le corte hasta el aire al comprobar que se le estremece de escalofríos el alma cuando recorre con su mirada la sangre de María Magdalena. Ella, arrodillada en San Julián, desea sentir la presencia de la Buena Muerte. Su lágrima, que arrastra cada segundo de su paciencia, no entiende ese duro y solitario caminar hasta el Domingo de Ramos. Su corazón se enfría sin el calor de los labios del Señor de la Buena Muerte, sus manos se encuentran vacías ante la ausencia de su cuerpo.  Y calla, angustiosa y desesperada, intentando, además que esa lágrima no se le quede vacía de sensaciones ya que en ella, experimenta el sabor de la ternura de Cristo y los sueños de todas aquellas personas que se acercan con duende por las sinuosas calles, decoradas de balcones entre sombras asfaltadas, para pedirle que se resbalen esas mismas lágrimas por sus mejillas y así apreciar el tacto de la piel del Señor de la Buena Muerte en sus sentidos… es hermoso que una lágrima mantenga viva la ilusión de los fieles y el azul intenso de la Buena Muerte.

Rocío Varela

Foto: Juan Alberto García Acevedo.










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