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Mañana gris para saludar el júbilo rociero del barrio del Cerro del Águila. Antonio Chamorro. Diario de Sevilla.


Chispea. En algunos momentos, la lluvia que cae sobre la ciudad podría entrar en la categoría de lluvia. El cielo está gris y hace frío a las ocho de la mañana. Nadie diría que es una mañana de finales de mayo en el Cerro del Águila. La única forma de garantizar lo especial de la fecha es la presencia masiva de vecinos en los alrededores de la Parroquia de Nuestra Señora de los Dolores, de la que sale el simpecado de la Hermandad del Rocío del barrio para iniciar la peregrinación hacia la aldea almonteña, siempre después de que el párroco don Alberto envíe "en paz" a los asistentes de la misa de romeros.

Como ocurrió en un Martes Santo soleado y caluroso de hace apenas dos meses, el barrio asumió de nuevo el tópico que cada año dice que los vecinos de este barrio obrero se vuelcan con sus hermandades. El hermano mayor, Manuel García Negrete, dice que se ha estancado en los últimos años el número de incorporaciones a la nómina de hermanos y los peregrinos que se adentran ahora por los pinares de Doñana siguen siendo casi los mismos de años anteriores, pero por la calle Nuestra Señora de los Dolores y la avenida de Hytasa fluye una marea de gente que quiere saludar, despedir o acompañar al simpecado en su discurrir por la ciudad camino del Aljarafe.

El boyero de la carreta, José Villegas, es una de las novedades de la Corporación en su peregrinación a la aldea, junto a sus dos vacas Llanera y Enamorada. Debe estar curado de espanto sobre muchedumbres y dificultades para caminar, puesto que ya tuvo el honor de conducir la carreta de la Hermandad de Triana, que a esa misma hora, y en la otra punta de la ciudad, pone en la calle a miles de peregrinos, que son acompañados en sus primeros pasos por una masa ingente de personas. Sin embargo, reconoce que la salida del Cerro del Águila también "ha tenido alguna dificultad por la gente que había en la puerta de la iglesia".

Ya en la calle, la comitiva formada por unos 400 peregrinos, 50 carriolas y otro medio centenar de caballos se lanza hacia el Campo de la Feria. Para en el colegio Ortiz Zúñiga, donde los niños la reciben a sones de flauta; para en el Hospital de Fátima, donde los enfermos entregan flores a la Virgen y cantan una Salve; y para en el cuartel de la Guardia Civil, en Eritaña, donde los agentes cumplen con su ritual de ofrenda floral.

Una hora antes de lo previsto, el simpecado entra en la SE-30. "Hemos corrido tanto porque teníamos que entrar en la autovía antes que Triana, porque sólo permiten cortar un puente y si Triana entra antes, tenemos que esperar tres horas a que salga", dice el hermano mayor. El tiempo ha acompañado, "porque no es lo mismo andar con este tiempo fresquito que con el calor de otros años", dice Juan Antonio Solís, el tamborilero de la hermandad, que reconoce que "no recuerdo un Rocío en mi casa". Y tiene 24 años.

Pocos más tiene Manuel García Negrete, que estrena cargo en esta romería. Con 35 años, es el hermano mayor más joven de todas las hermandades de la capital. Será por eso por lo que no tiene reparo en aparecer ante la prensa con una lata de cola, en lugar del clásico botellín de cerveza. Eso sí, con sombrero de ala ancha y gruesa cinta dorada para la medalla, que le señala como máximo responsable de la corporación. "Esto es totalmente diferente, y eso que yo ya he formado parte de anteriores juntas de gobierno y he participado en la organización de la romería en otros años. Pero cuando el responsable de todo eres tú, todo cambia. Existen algunos momentos de disfrute personal, pero soy consciente de que mi papel ahora es dejar mi Rocío particular a un lado y estar pendiente del Rocío particular de mis romeros".

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