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Opinión. Juventud, divino tesoro. Juan Manuel Labrador Jiménez


 Sin duda, uno de los principales tesoros que hallamos en el seno de nuestras corporaciones cofrades son los jóvenes hermanos que en ellas podemos encontrar, muchachos plenamente entregados a las labores de su Hermandad, para contribuir a enaltecer la devoción con que se honra a sus imágenes titulares. 

No obstante, al hablar de la juventud cofrade, brota una pregunta, como es la de cuál es o debe ser la función de ésta en las Hermandades. En muchas ocasiones, podemos ver a los jóvenes involucrados en las labores de limpieza y montaje de altares de cultos, insignias y pasos en las priostías, muchas otras ejerciendo como acólitos en el altar durante los quinarios o triduos, o incluso en las misas dominicales... Pero ¿está definida la función específica que han de tener? En ocasiones, esto es un problema, porque no se sabe qué lugar se les debe dar a los chavales. 

La solución es tremendamente fácil. Han de asumir responsabilidades desde el primer momento, porque ellos son quienes, en un futuro no muy lejano, llevarán las riendas de su Hermandad, y para conocerla activamente, han de participar en sus tareas, no sólo de priostía como ya se ha dicho con anterioridad, sino también en las cuestiones administrativas de la misma. 

Hoy en día, en numerosas juntas de gobierno, la presencia de los jóvenes es importantísima, asumiendo, incluso, cargos de gran responsabilidad, porque la juventud, si se la prepara desde el primer día que entran por la puerta de nuestras Casas de Hermandad, podrán estar plenamente preparados para asumir importantes retos y tareas para luchar por la corporación a la que pertenecen. 

Igualmente, otro aspecto a destacar es el de enseñarles a hacer todas las cosas desde la más profunda y clara humildad, desde la sencillez, y así todo lo que hagan lo lleven a cabo por el bien de todos los hermanos de una Hermandad, y nunca como objetivo para alcanzar un fin propio o personal. 

No cerremos jamás las puertas a la juventud, ni los limitemos sólo a las priostías o al hecho de ser acólitos, porque son un importante tesoro que debemos cuidar, ya que ellos son el más claro ejemplo del mañana en nuestras cofradías.

Foto: Alberto García Acevedo










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