Arte Sacro
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Verbum Caro Et Panem Verum. Irene Gallardo Flores.


 Ciudad de Sevilla, amada de los tiempos.

Tú que fuiste bandera y heraldo de sagrarios, no flaquees de memoria, olvidando devociones y verdades que la historia te legó y concedió.

Es cierto que estos no son los momentos que al llegar a Sevilla encontró la terciaria franciscana Teresa Enríquez ni el Venerable Padre Fernando de Contreras, pero sigue estando El, protagonistas principal de esta hermosa historia que se comenzase a escribir hace más de dos mil años. Esperando paciente a diario las súplicas y quebrantos de quienes decidan abrirle su corazón, postrados de hinojos ante cualquier sagrario.

Dios está aquí”. Bendita proclama que cuelga de rejas en cenobios y conventos, en parroquias y capillas. El sí está ahí, pero y nosotros ¿dónde estamos?. ¿Porqué vivimos de espaldas al Cordero de Dios?, ¿porqué hemos abandonado  su oración y visita diaria?, ¿a cambio de cuántas monedas le hemos vuelto a traicionar?. En estas cuestiones que dejo en el aire para la reflexión, habrá sin duda, quienes vean un tono de “misticismo chauvinista”, los que así lo interpreten sin lugar a dudas errarán y no llegaran a las conclusiones que sugiero se alcancen con estas cuestiones que planteo.

En un mundo de prisas y crisis de valores, es más que habitual que hayamos buscado refugio en adivinadores que diseñan un futuro a la medida de quienes lo solicitan, en falsos magos de nombres ficticios que se autodenominan maestros, chamanes, guías espirituales y consejeros, relegando en un rincón de nuestra vida, sentimientos, dogmas y creencias que nos enseñaron desde la cuna quienes nos regalaron la vida.

Ahora que se acerca su fiesta grande, estamos a tiempo de volver el rostro y reencontrarnos con Él. Estará esperándonos, como siempre lo ha estado, en cualquier iglesia y las veinticuatro horas del día en la capilla que los Tintores de la ciudad, le dedicaron a las Ánimas Benditas y a San Onofre.

Vayamos a Él, sin reservas, con las manos abiertas y el corazón humilde.

Entremos a verle, en su recogida capilla sacramental o en su inmenso Monumento. No le ignoremos ante otras visiones atractivas a los sentidos. Hablemos con Él, que siempre escucha, que siempre reconforta, que siempre nos auxilia. Sigámosle por las calles, cuando el cielo esté azul y la juncia y el romero alfombren las calles y las plazas, los patios de vecinos y los añejos adarves. Caminemos con Él, que es la única y gran verdad.

Dios ha bajado de los Altares, ha salido de los Templos y ha tomado la Ciudad: “Alabado sea Jesús Sacramentado, sea por siempre Bendito y Alabado”.

Artículo publicado en el Boletín de las Cofradías del mes de junio 2011

Foto: José Luis Martínez










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