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Opinión. El mercadeo cofradiero. Juan Manuel Labrador Jiménez


 En el ambiente capillita que tanto abunda en esta ciudad de Sevilla, si hay algo que está muy de “moda” es el ir de compras, pero ojo, de compras cofrades, no de cualquier cosa. Desde hace ya poco más de diez años, existen comercios dedicados exclusivamente a la temática cofrade, lo cual no es nada criticable, puesto que nos ayudan a encontrar, en numerosas ocasiones, libros que son todo un ejemplo para diversas consultas, discos con buenas marchas cofrades o películas con imágenes de nuestras procesiones en las calles.

Quien firma este artículo, reconoce ser muy asiduo a una de estas boutiques especializadas en el tema, aunque se alegra considerablemente cuando, al pasar por el escaparate, nunca deja de ver libros religiosos de diversa índole, y que no estarían mal para leer y así enriquecer nuestras formación y preparación cristiana.

Sin embargo, el problema que hoy nos encontramos es, precisamente, el del materialismo. Aunque estén bien los libros, discos y videos, no podemos limitar nuestro sentir cofrade a la compra y disfrute de estos productos que el consumismo nos ofrece, sino que hemos de ir más allá.

Tratamos de ser siempre los primeros en adquirir el nuevo disco de determinada banda, porque el trabajo discográfico que han hecho es “la caña de güeno”, y sobre todo para ponerlo en mi coche, a toda voz, y que la gente se entere que yo soy capillita, y que me ambiento ahora cuando llegan estos días...

Insisto que el que escribe estas líneas es también una persona que suele adquirir bastantes libros, y que, incluso, se dedica a la labor audiovisual de realizar los DVD que hoy salen a la venta, aunque les puedo decir una cosa, y es que para este cofrade, coger su cámara, no es realmente un trabajo, sino una forma de vivir la Semana Santa, de orar, porque muchas veces, subido en la escalera y tras el objetivo, se han deslizado por sus mejillas lágrimas de emoción (una de las últimas veces grabando la coronación de la Esperanza de la Trinidad).

No nos limitemos a comprar productos cofrades por comprar, sino que sean un mero complemento a esta forma de vivir lo cofrade, y que todo ello no nos convierta nunca en capillitas, porque entiéndase la diferencia: el capillita es el que se queda en lo material, y el cofrade el que busca lo espiritual.

Foto: Juan Alberto García Acevedo










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